Desde entonces, la puerta entre el dormitorio principal y la sala nunca más es cerrada.
Remiel jamás vuelve a mencionarlo ni cierra la puerta, así que tú tampoco lo haces. Tienes el sueño ligero y la puerta no está cerrada, te despierta el sondo de sus movimientos en el sofá. Desde la alcoba, las pesadillas de Remiel suenan como las últimas patadas de un hombre ahorcado. En cada ocasión, te levantas lo más rápido que puedes, tienes la sensación que una vez que llegues tarde el sonido desaparecerá para siempre.
Despiertas a Remiel. Algunas veces te agradece, otras veces se disculpa, y unas veces más te ataca y te grita que te vayas. De las tres, la que menos quieres escuchar es la disculpa, porque una disculpa siempre va acompañada de un “por favor”, “no”, o “Dios” ; solo la palabra “Dios” puede ser pronunciada por aquellos con sangre de demonio porque no es una palabra sagrada de verdadera eficacia. Es inútil que una persona sin poder invoque el nombre de Dios.
Cuando Remiel se disculpa, siempre aprieta la quijada. Aquellas palabras son masticadas entre sus labios y dientes, una pequeña parte es exprimida, la mayoría son tragadas. Una vez que abre la boca parece querer hacer marcha atrás, convirtiendo la disculpa en una maldición. Lo cierto es que no lo lamenta, su voz tiembla y cambia de tono, llena de humillación, odio y miedo. No se está disculpando, está pidiendo misericordia, y está luchando con sus últimas fuerzas.
En este estado, Remiel es extremadamente tenaz así como inmensamente frágil, es como el borde afilado de una porcelana rota, no sabes si puedes repararlo.
También tienes sueños como si hubieras sido infectado. Ese día sueñas sobre comer un caramelo. Ves a un grupo de soldados rodeando a un demonio. Lo follan, le rompen los cuernos y usan cualquier cosa que tienen al alcance para metérsela en aquel extenuado hoyo. Tiran del cabello del demonio y tú ves el rostro de Remiel diciendo: «“Lo siento mucho… por favor, no….”»
En tu boca tienes el caramelo y tu hermano superior te rodea los hombros con su brazo. Quieres volver, pero sus manos son como tenazas de metal. De pronto, él se convierte en tu Padre y no te puedes mover en absoluto. Intentas girar la cabeza, y a unos cuantos metros lejos de ti, ellos le rompen el cuello a Remiel.
No sabes si estás en la pesadilla de Remiel.
Puedes exorcizar y sanar, pero alejar pesadillas no está dentro de tu dominio. Tienes límites en lo que puedes hacer y no sabes si eso es más una carga que un bien. Algunas veces Remiel parece querer que te quedes y otras no puede soportar que alguien esté a su alrededor.
No puedes distinguir la diferencia entre las dos así que tienes que lidiar con ambos casos de la misma manera: enciendes las luces, le despiertas, te sientas por diez minutos en una silla a unos cuantos metros de distancia del sofá, le das las buenas noches y te vas. Al menos Remiel no insiste en que te marches una vez que lo despiertas, y tampoco parece odiarte más que antes, lo cual no debe ser tan malo.
De cualquier forma, te gusta que la puerta esté abierta. Además de las pesadillas, eres capaz de escucharle moverse por la sala. Lo escuchas caminar, servirse agua y poner la taza de vuelta sobre la mesa, provoca un golpe suave. Suena tan bien que incluso por ello te encanta la taza. Es una simple taza blanca, el regalo de un evento en el súper mercado que ocurrió unos cuantos años atrás. La lavas una vez al día y la llenas con agua.
Cuando ese día llegas a casa, encuentras que el control remoto de la televisión no está en su lugar original.
Se supone que debe de estar junto al estante de la sala, con el borde alineado a la séptima baldosa del suelo, pero ahora ha sido movido dos centímetros a la derecha y la parte superior está ligeramente torcida, ya no se encuentra paralela a la pared. Alguien lo tomó y casi tuvo éxito en volver a colocarlo en su lugar, pero tú recuerdas exactamente dónde están ubicadas todas las cosas en tu hogar; nada en esta habitación ha sido tocado desde que te mudaste. Notas que esta es la primera vez que has entrado por la puerta y realmente has escaneado la sala.
Tú no sueles ver la televisión, y como medio para obtener información te resulta más eficiente hojear los periódicos que esperar a ver las noticias. La televisión perteneció al dueño anterior de esta casa, como en el caso de la mayoría de los muebles. El viejo sacerdote, que regresó a su pueblo natal después de jubilarse, te entregó la casa de la iglesia, incluyendo los muebles, así como las flores y plantas del jardín. Te dejó una carta diciendo que todo estaba a tu disposición, te quedaste con todo.
Cuidas de esas flores y plantas que dejó el sacerdote anterior, a pesar de que no consideras que tengan algo de especial. Sigues pagando el servicio de televisión, a pesar de que nunca la ves. Has heredado la casa y el trabajo del sacerdote anterior, de esta manera esperas aprender su forma de vida. Te da la comprensión de muchas cosas, y siempre está bien tener una plantilla.
Quitas la mirada del control remoto para ver a Remiel, el cual sigue tendido en el sofá con la cara dando hacia el respaldo.
Al segundo y tercer día, el control remoto sigue en aquella posición, dos centímetros a la derecha de la séptima losa del piso, en un ángulo agudo de unos cinco grados en referencia a la pared. Al cuarto día, sigue igual, pruebas tomando el control remoto, presionas el botón de encendido pero la televisión no responde.
Unos minutos después de que tú has terminado de comer, Remiel sigue con unos cuantos bocados por terminar. Te mira sosteniendo el control remoto, por un momento deja de masticar, para entonces bajar la mirada y seguir comiendo. Presionas varios botones, uno por uno, luego pasas a revisar el enchufe de electricidad y ves que no tiene problemas. Presionas el interruptor de la televisión y te aparece un la pantalla un himno, de inmediato apagas el aparato.
Solo entonces te das cuenta de que el botón de ajuste de canal de la televisión está hundido, obviamente ya no se puede usar. En cuanto al control remoto, no funciona, no puedes cambiar el canal y la televisión se ha quedado en el canal sacristán. No es de extrañar que Remiel solo intentara ver la televisión una vez y ya no volviese a hacerlo.
Al día siguiente vas a la tienda de electrónica donde el personal desarma el control remoto y observa su contenido.
—¡La batería está dañada! —grita el reparador—. Padre, ¿cuánto tiempo hace desde la última vez que cambió la batería? Con suerte, no fue hace un año o dos, ¿verdad?
A decir verdad, han sido cinco años. No estás familiarizado con los televisores, jamás se te ocurrió que los controles remotos necesitaran baterías, y hoy te acabas de enterar de que las baterías tienen fecha de caducidad. Casualmente eludes la pregunta. No es difícil, la otra persona no quiere saber realmente la respuesta, es una simple plática habitual hacia el cliente. Pagas por unas nuevas baterías y el control remoto, y te los llevas a casa contigo.
Remiel te observa cuando le pones las baterías al control remoto, enciendes la televisión y cambias de canal, subes y bajas el volumen, y finalmente la apagas.
—Ya está bien ahora —dices tras dejar el control remoto sobre la mesa de café frente a Remiel.
Por un momento parece aturdido, te mira y rápidamente regresa la mirada hacia el plato. Responde vagamente, pinchando una papa con el tenedor.
Dos días después de eso, el control remoto de la televisión no ha sido usado. Al tercer día, llegas a casa y ves a Remiel sentado en el sofá, sostiene el control remoto con la televisión encendida, él te mira. Tú ves hacia la pantalla y luego a él. Él te ve directamente con una sensación de tensión, como si esperase que digas o hagas algo.
Un comercial aparece en la pantalla, un niño pecoso recomienda unas galletas.
—¿Quieres comer eso? —preguntas inseguro.
La expresión de Remiel es un poco sutil, como si él tuviese la intención de tomar una manzana pero le arrojas un pato.
—¿No…? —dice, su voz duda tanto como la tuya. Probablemente, igual que tú intenta entender el significado del otro y la reacción esperada.
Le miras con sospecha, él te mira con sospecha, se miran el uno al otro por casi medio minuto. Remiel gira la cabeza, pierde el interés en ti.
Su nerviosismo de hace un momento, como si algo fuese a caer, lentamente desaparece. No sabes lo que esperaba o por qué se ha relajado, pero el resultado ha sido bueno.
La televisión comienza a estar encendida todo el día.
Cada vez que llegas a casa, escuchas el sonido de la televisión. Remiel esta sentado en el sofá, ya no se encuentra envuelto en una cobija. Ves los canales que escoge y no parece tener alguna preferencia en particular. Cuando ve la televisión, con frecuencia parece estar aturdido o cambia de canal por capricho, no le pone mucha atención pero le gusta tenerla encendida. Cuando le das las buenas noches él baja el volumen, y tú piensas que ese es su “buenas noches”.
Despiertas en la noche sin razón aparente, miras el techo y te das cuenta de que Remiel no ha tenido pesadillas en los últimos dos días. Te levantas de la cama de puntillas y vas hacia la sala, las luces están apagadas y la televisión encendida. Las luces de la pantalla parpadean sobre Remiel sin perturbar en lo mínimo su sueño.
Remiel está acostado en el sofá con los pies suspendidos de uno de los reposabrazos, los talones cuelgan en el aire. La televisión está transmitiendo un comercial nocturno, los labios de la presentadora se mueven, y una música alegre se mezcla con su argumento de venta. El volumen es demasiado bajo como para poder escuchar con claridad, se ha convertido en un simple “sonido” abstracto. No apagas la televisión, Remiel está bien tapado con la cobija, obviamente tomó la iniciativa de encender la televisión y dormir escuchándola en lugar de quedarse dormido mientras la veía.
El brillo de la televisión va y viene, las pestañas de Remiel proyecta sombras sobre sus mejillas, las sombras aparecen y desaparecen con la luz. Le miras rápidamente, no te atreves a verle por demasiado tiempo para no perturbar su sueño.
Regresas por donde viniste acompañado por el inaudible ruido blanco. Te sientes tranquilo.
*
Traducción al español: Siboney69
Traducción al inglés: PastTimer [Wattpad]
*Editado 09.22*Nota de traducción: Como lo mencioné en el aviso.... 1) No hay fecha exacta de publicación de los próximos capítulos. 2) Hice una corrección en el nombre de 177, pasó de Lemuel a Remiel. En la nota del capítulo 16, explicaré más al respecto.
Comentario personal: Es miércoles-casi jueves y por fin, por fin tengo el capítulo listo. Justo a tiempo.
Fue un capítulo corto, y esto va lento pero seguro.
Tengo que confesar algo…hace unos días me ganó la curiosidad y terminé leyendo por encima los siguientes capítulos, ¡ah! Se vienen cosas buenas y ¿cómo llegaremos hasta ahí más rápido? No lo sé, ahora mismo, por ponerme a ver el dichoso drama que les conté, casi no tenemos capítulo (ya voy en el episodio 26 *^*! 10 episodios más! Y sí, está bueno, casi no he adelantado escenas).
También les cuento que estoy leyendo la novela que les mencioné antes “Heart Protection” y la estoy amando, ya voy poco más del 50% de avance (mi amor está en los personajes principales).
Comencé otro drama BL japonés “A Man Who Defies the World of BL”, está cortito y aunque solo vi el primer episodio me pareció bastante divertido. Y si ustedes son como yo, que no están al tanto de qué dramas BL salen en el momento, aquí les dejo una lista de dramas japoneses.
Me leí una novela japonesa “Astral Season, Beastly Season”, está muuuy cortita, el tema de la historia me recordó a una película (tipo documental?) que vi hace tiempo sobre las ídolos japonesas y sus fanáticos… (La novela es algo así como qué están dispuestos a hacer unos adolescentes por su idol o la imagen que tienen de ellas, o algo así…).
También comencé a escuchar el libro “Obedeceré a Dios” de Jon Krakauer, y no, no fue por esta novela, es solo que hace poco vi una reseña en ytb y me llamó la atención, trata sobre los mormones. Solo llevo dos capítulos y ya me puso de malas, no sé si aguantaré, es que arrg!!!!...
Y bueno, no tengo más recomendaciones por hoy.
Por sus visitas, gracias. Hasta la próxima (*notesemisueño*)
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