viernes, 12 de agosto de 2022

[Demonio a la venta] Capítulo 5

A la seis de la mañana vas al baño para ver a 177. Se despierta cuando abres la puerta. Le dices “buenos días” pero no responde, te observa alerta mientras entras y sales del baño. Después de que te has lavado y haces tus oraciones matutinas, vas a regar el jardín.

—Buenos días, Padre —te dice un transeúnte—. Santo cielo, ¿qué le ha pasado en la cara?

—Buenos días, señor/señora —respondes de acuerdo a la persona—. Está bien, es solo un invitado nervioso.

Ellos asienten con solemnidad, te elogian por tu corazón de oro, condenan a los padres o dueños irresponsables, y declaran que donarán al orfanato/refugio de animales. Las conversaciones de esta mañana terminan rápidamente, se trata de un día laboral y todos van con prisa.

Después de regar el jardín, comienzas tu ejercicio matutino, y una vez que terminas, vas al baño y te tomas una ducha. 177 te mira desde la bañera, tu residencia no tiene un segundo baño o una cortina para la ducha, el demonio solo puede mirar.

Una vez que has terminado de bañarte, el desayuno está listo. Comes rápidamente en tan solo unos cuantos minutos. Cuando sales por la puerta principal son exactamente las 7:30, es la hora en que vas a trabajar todos los días.

Hoy es lunes, un día de asueto para todos los eclesiásticos. Atraviesas un jardín descuidado, una construcción que abarca la mitad de un área residencial abandonada y también pasas por una calle relativamente bulliciosa, entonces entras a un supermercado cercano que vende comida enlatada para demonio. Vas al área de descuentos para comprar productos de necesidad básica que ayer no pudiste llevar, y junto con la lata cargas todas las demás cosas hasta la caja para pagar.

La cajera te saluda con calidez, menciona la herida en tu cara y sonríe alegre cuando se entera de que hoy no irás a la iglesia.

—¿Va a descansar hoy? ¡Fantástico! —dice—. ¡Debe tener también un poco de tiempo personal!

Este pequeño pueblo no es un lugar de importancia. Los sacerdotes de aquí en realidad pueden descansar de tres a cuatro días por semana. Eso es lo que hizo el sacerdote anterior y nadie se quejó. Después de que llegaste, los habitantes del pueblo se sorprendieron por tu dedicación durante todo el año. Algunos de ellos, tales como la mujer frente a ti, se preocupan incluso por tu bien. Suelen decir, «Usted es tan amable y desinteresado, ¡debe dejarse tiempo para sí!»

Tú nunca has entendido qué significa eso de falta de tiempo personal. La iglesia de este lugar solo te tiene a ti como único sacerdote, no es un lugar al que se le preste mucha atención, por ello solo necesitas hacer un reporte una vez al año. No hay nadie que te de órdenes o te supervise, ¿no has estado pasando hasta ahora tu “tiempo personal”? Sin embargo, dado que todos dicen lo mismo, este debe de ser algún tipo de concepto de uso común. No haces preguntas extrañas y solo sonríes, les agradeces por su preocupación y les dices que todo está bien.

No es que siempre trabajes arduamente, a veces te quedas en casa cuando hay cosas que necesitan ser atendidas con urgencia. Pones la lata para el demonio en el mostrador y la cajera parlotea mientras escanea el objeto. La mujer mayor es una de las conservadoras que hace unos años protestó en contra del producto. Ella probablemente no ha puesto atención a lo que has comprado, o tal vez sí lo hizo, pero rápidamente a salido con una explicación razonable.

En resumen, compras el alimento enlatado. Caminas de vuelta a casa cargando una bolsa ecológica, entras hasta el baño y ves a 177 tendido contra el borde de la bañera, mostrando una expresión de aburrimiento. Notas que tiene nuevos moretones en el cuerpo, son marca dejadas por apretar mucho los grilletes. Parece que cuando te fuiste, no estuvo tan ocioso como se ve ahora. Piensas que está mucho más enérgico en comparación al aspecto moribundo de ayer, lo cual es muy gratificante.

Sales del baño, dejas a un lado las cosas y frente a la ventana de la cocina abres la lata para el demonio. Tan pronto como es abierta, te das cuenta de qué quiere decir “Por favor, ábrala en un lugar ventilado”. ¿Cómo es el aroma? Al menos el olor de esta cosa es igual a lo que dice el eslogan. Huele a cadáver fresco o a una herida abierta que ha comenzado a descomponerse. Sientes un poco de nostalgia.

Viertes la masa de carne con aspecto sospechoso en un cuenco para comida, agregas un poco de agua caliente como indican las instrucciones y lo agitas ligeramente con una cuchara. La carne muestra la apariencia de carne finamente picada. La pinchas y piensas ausente cómo es que una fábrica ha logrado reconstruir de forma similar la sensación de elasticidad de un cadáver. En las décadas que han pasado desde que inició la guerra a gran escala contra el Infierno, la tecnología ha avanzado rápidamente en una dirección extraña. El producto es vertido en un recipiente, hidratado y entonces se ve tan “fresco” como un cadáver recién extraído. Llevas el tazón hasta el baño y 177 levanta la cabeza en tu dirección.

177 no se ve tan tranquilo como tú, el ceño está fruncido y mira fijamente el tazón en tu mano. Pones el cuenco sobre la baldosa frente a la bañera y das un paso hacia atrás para ver si lo comerá o no.

Parece tener poco interés.

Poco interés es una declaración conservadora, notas un aparente asco en el rostro del demonio. Mira el cuenco como un gato miraría una cascara de naranja. Dudas si deberías irte; por una parte, no ser visto puede ayudar a que coma, por la otra, no quieres que derribe el cuenco y tire el contenido por todas partes del baño. Las cosas malolientes manchan fácilmente las toallas y son difíciles de lavar.

—Esto, ¿qué es? —pregunta 177.

«Puede hablar», piensas. De entre su tipo híbrido, aquellos que entienden el habla humana y aquellos incapaces de entender lo que escuchan son mitad y mitad, mientras que aquellos que pueden entender y formar frases son nuevamente la mitad de la mitad. La voz es ronca y lenta, no suena como la habla entrecortada de un principiante, es más bien como algo retomado una vez más después de mucho tiempo sin hablar, o quizás sea que sus cuerdas vocales aún no se han recuperado del uso excesivo del día anterior.

—Comida —respondes.

177 te mira fijamente, no es la misma mirada fulminante de ayer. Aquella tenía resentimiento e intimidación, pero ahora es algún tipo de… no lo puedes describir. Mira el cuenco de comida y las comisuras de la boca se tuercen.

—¿Eres sacerdote? —pregunta.

No entiendes por qué necesita confirmar esto. Usas la túnica sacerdotal estándar, llevas una cruz y un rosario, puedes emplear plegarias, y los demás te llaman “Padre”. ¿Qué más puedes ser si no sacerdote? Pero 177 entrecierra los ojos y parece cuestionar algo, así que respondes con paciencia.

—Soy sacerdote.

Ríe con mofa y desprecio, pero la sonrisa no alcanza sus los ojos. En esos ojos rojo oscuros se puede leer una penetrante burla (no es de sorprender, el demonio se ríe de todo y odia todo), pero hay más que solo eso. Un rayo de luz cruza en tu mente y de pronto te das cuenta de a qué se parece esa mirada.

Es el tipo de mirada que tu Padre tenía cuando descubrió que estabas comiendo un dulce, la mirada de la anciana en la tienda de comestibles cuando vio a un adolescente fumar mariguana. En el breve instante en que se cruzaron sus miradas, la expresión del demonio era prácticamente severa. Miras a 177 con sorpresa, como si vieras a un espíritu necrófago entrar a una iglesia.

En el instante siguiente, 177 baja la mirada, parece haber perdido interés o quizás es solo que no quiere entrar en conflicto contigo. Esperas a que continúe, no dice algo más. Después de esperar inexpresivo por un minuto, sales del baño.

* * *

Esa mañana vas al asilo y como siempre haces voluntariado. Rechazas la oferta de almorzar en el refugio y vuelves para ver a 177. El cuenco de comida sigue sin tocar. En la tarde, nuevamente haces varias cosas más y cuando regresas al anochecer, abres la puerta del baño pero ves el cuenco de comida que sigue sin ser tocado. Las moscas revolotean encima. Las ahuyentas y piensas para ti que debes revisar las pantallas de las ventanas.

Sentado al otro lado de la bañera, 177 tiene quemaduras en los codos. Parece que intentó atacar la ventana del baño. Su cadena es relativamente amplia, puede extenderse por los alrededores del baño y el inodoro, pero solo está limitado a esto. Tu residencia está repleta de plegarias grabadas por ti mismo. Si este pueblo fuese a caer, este lugar sería capaz de resistir contra los demonios soldados por al menos tres días… sabes que la posibilidad de que suceda es bastante cercana a cero, pero aún así lo hiciste por costumbre.

Las heridas sangrantes ya no son visibles en el demonio de sangre mixta. Los grandes parches de moretones de ayer casi han desaparecido por completo pero las quemaduras en los codos seguirán presentes en los próximos días. Sufre las consecuencias de sus propias acciones. Limpias el cuenco de comida, enciendes el ventilador y las lámparas, te pones los guantes de goma, te quitas los zapatos y caminas hacia la bañera. 177 retrocede un poco y cuando intentas separarle las piernas, este intenta patearte.

Lo evitas y al mismo tiempo completas media plegaria, es solo una advertencia. El pie de 177 se detiene mientras tu piel brilla. Dos garras se aferran a ambos lado de la bañera, ya no te mira, en cambio mira hacia el techo. Estás muy contento de que ha aprendido a cooperar ya que así nadie saldrá herido.

Sujetas la rodilla doblada de la pierna izquierda y levantas esa pierna para exponer ante ti la parte inferior del cuerpo. La laceración ha sanado, solo se ve un poco rojiza e hinchada. A través del delgado guante médico, puedes sentir que el esfínter se encuentra en una condición mucho mejor que la de ayer. La espalda de 177 se desliza un poco hacia abajo cuando insertas un dedo. Te acercas y quieres ajustar la posición del cuerpo para que pueda ser observado con mayor facilidad.

Tu sombra se extiende por las lámparas, cubriendo y bloqueando la fuente de luz. De pronto las pupilas de 177 se dilatan bajo la sombra, las negras pupilas casi cubren los ojos por completo, sumergiendo el rojo iris. Entre la luz eléctrica y los pedernales, la rodilla que descansaba sobre la palma de tu mano de pronto se eleva hasta casi golpearte en la cara.

El movimiento pudo haberte aplastado la nariz, lo esquivas y chasqueas la lengua ante tal vitalidad. No debería tener tanta energía. Curarse uno mismo consume bastante energía, y tú no crees que el vendedor o los soldados hayan recordado alimentarlo. Ha estado hambriento por al menos dos o tres días. Es extraño; algunas veces parece querer vivir, algunas otras veces intenta morir con desesperación; algunas veces parece lo suficientemente inteligente, y algunas otras no recuerda la lección. Quizás sea porque no has hablado lo suficientemente claro, o tal vez el castigo ha sido bastante ligero.

Una plegaria restrictiva te salva del siguiente golpe. Te quitas los guantes, vuelves a sujetar la rodilla y recitas en silencio las sagradas escrituras, permitiendo que los dedos quemen. 177 aprieta los dientes y deja escapar un bajo gruñido de frustración.

—Por favor, no me ataques —dices—. No está bien.

—Jódete —dice—. Vete al infierno.

Quieres que deje de maldecir, pero seguramente no te escuchará. 177 sigue sin mirarte, solo ve hacia el techo. No, mira otras cosas, cosas que no existen ahí. Los globos oculares le tiemblan ligeramente, mira fijamente a los fantasmas del pasado. Las gotas de sudor en su cuerpo lentamente se deslizan hasta llegar al fondo de la bañera. Las maldiciones de 177 son tan suaves como un susurro, respira desesperadamente, parece estar a punto de ahogarse. Los ojos están hundidos y entumecidos, son iguales al día en que lo viste por primera vez. Un rastro de emoción flota en ellos, parecen tinta que gotea en un pozo profundo. En un instante, ya no lo puedes ver con claridad.

Lo sueltas y retrocedes.

En las leyendas, hay algunos monstruos que por la luz se convierten en piedra. Lo que ahora le ha pasado al demonio es como un vuelco a la leyenda. La luz cae nuevamente sobre el rostro de 177, parpadea y lentamente cambia de ser una estatua de piedra a un ser vivo. Los ojos recorren rápidamente el baño, se deslizan sobre ti y una vez más recorren el baño, como si se diese cuenta de dónde está ahora. Sube por la bañera, aprieta la quijada y los dientes. Ves la humillación subir por su cara.

Apartas la mirada, por alguna razón sientes que no es cortés mirarle al rostro ahora. Tu mirada se dirige a la pierna de 177. En la rodilla que sostenías ha quedado una quemadura rojo brillante. Está en la misma posición que los moretones purpura de ayer, también tenían la forma de un dedo. Las quemaduras de la Santa oración causadas bajo la turbidez de las sombras no parecen distintas al sangrado subcutáneo causado por pellizcos.

*

Traducción al español: Siboney69
Traducción al inglés: PastTimer [Wattpad]

Comentario personal: Comienza la interacción entre ambos.

Hasta el momento, ¿qué les ha parecido nuestro sacerdote?
En la primera versión, fue tan cruel como para observar sin pestañear cómo le quitaban las extremidades a un ser vivo (aka. demonio), tratándolo finalmente como esclavo sexual (pa' usarlo de alguna forma y que no fuera un desperdicio de dinero) y rematando con descartarlo como si nada...
Pero ahora, trata sus heridas con cuidado y no parece haber pizca de esa crueldad… ¿por qué será? … ¿han notado algo peculiar en él?
Me parece que es importante tener en cuenta su interacción con la cajera… el pensamiento de que hay algo que no entiende muy bien pero no quiere hacer una pregunta “extraña”, ¿no les hace pensar en ese tipo de personaje sin sentido común o falto de comprensión sobre el comportamiento humano? Bueno, espero tengamos respuestas pronto.

También, ¿por qué será que 177 entiende y habla lenguaje humano? ¿cuál será su historia? ¿cuál será su trauma que le hace temer la oscuridad -la sombra-? Y no se olviden de los sospechosos moretones con los que llegó…. ¿fueron realmente hechas por soldados o por… ejem…. otro/s sujeto/s con sotanas? (el hecho de que su actual dueño sea un sacerdote no parece afectarle).

Esperen los siguientes capítulos y, como siempre, ¡gracias por sus visitas!
Hasta la próxima~

1 comentario:

  1. Creo que no logré captar lo que comentas al final, sobre las sombras; tendré que leerlo una vez más. Pero concuerdo con lo del sacerdote, el sacerdote que rígidamente cumple con la imagen de alguién correcto, pero que no emite la vibra de alguien bueno, suena alguién sin alma.

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