* * *
—¿Por qué? —pregunta Remiel—. ¿Qué hiciste?
Enoc permanece se queda silencio sin pronunciar palabra alguna.
No es un silencio de negarse a responder, Remiel puede ver un poco de confusión ahí, es más bien como si su pregunta fuese algo extraño, que él debería entender, y sin embargo, Remiel no lo entiende para nada. ¿Es porque tuvo sexo con alguien del mismo sexo? ¿Es por alguna enseñanza incomprensible de la iglesia? Remiel se siente impotente, se siente como si jamás logrará tocar el mundo de este sacerdote, parecido a los mortales que no pueden tocar las nubes en el horizonte.
El sacerdote no se levanta, sigue de rodillas ante la cruz, ante Remiel, espera la furia descender del cielo; y esto inesperadamente exaspera a Remiel. El enojo sigue ahí, pero por un momento la frustración lo supera, como la formación de una capa de hielo presionando la cima de un volcán. Este dolor opresivo le hace querer despotricar, le hace querer romper algo, le hace querer darse la vuelta y marcharse, poner la cobija sobre su cabeza, cerrar los ojos y dormir. Él cierra los ojos, se limpia la cara y se ríe con autodesprecio.
—¿Quieres dolor? —dice Remiel—. Entonces te daré dolor.
Toma a Enoc por los hombros, empujando al sacerdote sobre el suelo. Enoc no se resiste, se queda silenciosamente tendido sobre su estómago hasta que Remiel comienza a quitarle el pantalón. El demonio arranca lo que queda de la ropa del sacerdote, le sujeta por el cabello y presionándole la cara contra el piso, lo arrastra de tal forma que lo deja en posición de rodillas tendido boca abajo. Enoc mira hacia atrás con asombro, parece finalmente darse cuenta de que el otro no desea lastimarle físicamente sino que quiere hacer algo más.
Esta escena es como una que sucedió en el piso del baño hace mucho tiempo, solo que ahora las posiciones han cambiado. En realidad, esto es completamente distinto a lo que parece. Aunque Remiel es más fuerte que Enoc, e incluso si sus afiladas garras se encuentran fijas sobre la cabeza del sacerdote, una plegaria es todo lo que se necesita para revertir la situación. Las palabras ya están formadas en la punta de la lengua de Enoc, como escarcha formada en una ventana de cristal.
—¿Vas a orar? —dice Remiel, habiendo anticipado—. ¿Cómo antes?
Enoc se detiene.
—Dílo. No, ni siquiera tienes que decirlo en voz alta, con solo decirlo en tu mente puede hacer que me desplome en el suelo; como patear a un perro. Puedes hacer que no me mueva, y no me podré mover, no importa si quieres follarme o echarme agua bendita en los intestinos, ¿sabes cómo se siente? No, no lo sabes, y ¿cómo podrías saberlo?, eres un jodido padre y yo soy un demonio, ¿no es así? Puedes hacer lo que te dé en gana y yo no tengo ni una maldita forma de defenderme, ¡qué felicidad! —brama Remiel—. ¡Anda, hazlo otra vez!
Enoc se achica, su expresión es casi de miedo. Abre la boca pero no sale nada, es como un pez fuera del agua. Remiel sabe que no volverá a resistir.
Remiel lo ha hecho a propósito. Si te encuentras en una posición de desventaja, tienes que usar todo lo que tengas a la mano para conseguir la posición superior; independientemente de si es despreciable, los matones errantes no son unos malditos caballeros. Lo intentó, ganó, y esta victoria no le provocó alegría.
«Cielos, Enoc, tan poderoso e insensible como una deidad, tan dócil y subyugado como un esclavo, no puedes ser derrotado por la fuerza que aplasta metales y piedras, pero es posible atarte con lenguaje tan ligero como una pluma. ¿Cómo puede existir tal persona? Es tan inocente y puro como un niño, pero a la vez parece un monje inflexible y sofisticado», piensa Remiel. No lo entiende, y la sensación de impotencia regresa.
«¿Qué más puedo decir?», el lenguaje ya es incapaz de transmitir.
Se vuelve a mover, la expansión es precipitada; no importa lo cuidadoso que sea, las garras de un demonio son demasiado afiladas, en cambio, será mejor hacerlo directamente. Remiel se masturba con resolución y entonces lo comienza a follar.
Duele muchísimo.
Expansión insuficiente, falta de lubricación, el órgano sexual se abre paso con fuerza en la cavidad, penetra el túnel, lo embiste y no hay forma de que se sienta bien; pero de principio, esto no lo hace con el propósito de que se sienta bien. Remiel no se detiene, lo folla rápido y con fuerza, sujeta al sacerdote de la nuca, como un leopardo dominando con sus garras a su presa. Enoc lucha por ajustar su respiración, hace lo que puede por acostumbrarse. No es tan doloroso como el látigo, es solo que es demasiado rápido; está siendo presionado con tanta fuerza que le resulta un tanto difícil respirar.
El dolor que le recorre el cuerpo es muy extraño, como una herida siendo presionada repetidamente sin descanso alguno; son sus vísceras las que están siendo presionadas por la colisión. Este es un dolor distinto a los demás, provoca nauseas, parece una invasión. «¿Es esto lo que siente Remiel?»
Él no quiere que Remiel sufra esto. Si lo hubiera sabido antes, no lo habría hecho sin importar lo bien que se siente. Él no cambiaría el dolor de Remiel por su propio placer. No vale la pena. Entonces el sacerdote piensa en aquellas heridas sanadas, las repetidas violaciones, los múltiples objetos, las tapas de botella… se siente doblemente triste.
«Eso debió doler, mucho más». “Lo siento profundamente”, esta frase cliché dicha infinidad de veces en todo tipo de situaciones, aparece este momento automáticamente en la mente de Enoc. Entiende su significado. «Lamento mucho lo que te pasó, lo siento mucho», piensa con sinceridad. Pero esas palabras han sido dichas demasiadas veces, han perdido su valor e incluso si son dichas en un tono sincero y sin vacilación, seguirán sin transmitir los sentimientos de Enoc en este momento.
De forma relativa, el dolor infligió a sí mismo es por el contrario insignificante e incluso va más allá de hacer sentir alivio.
Enoc hizo algo mal, decepcionó a Dios, decepcionó a Remiel, ¿no debe ser castigado? Recibe dolor y castigo, de tal manera que sus ofensas son pagadas hasta cierto punto, y eventualmente el dolor desaparecerá y será superpuesto, la ofensa eterna se disipa; ¡pero qué intercambio tan provechoso! Es así como funciona el mundo de Enoc y le es tan familiar que le da paz mental. Además, en una esquina secreta de su corazón, disfruta el contacto en su nuca, disfruta la presión de la mano contra su entrepierna, de aquellos dos muslos pegados a los suyos, y de la respiración acelerada sobre su espalda. Es mucho mejor que el frío látigo, además de que Remiel lo acompaña, lo cual está bien. Enoc desea poder ver a Remiel, pero entonces eso ya no sería un castigo.
Las cosas se vuelven bastante extrañas. La expresión de la persona violada luce en paz, mientras que aquel que lo está forzando frunce el ceño con fuerza. Remiel puede ver el perfil de Enoc, la expresión del sacerdote es casi serena, solo jadea ligeramente; solo esta pequeña señal le dice que él no está orando sino que está siendo follado. Este es un rostro acostumbrado a aceptar el dolor, acostumbrado a ser sagrado y digno frente al sufrimiento; esta es la expresión de un maldito mártir.
Por un instante, Remiel siente nauseas. «¿Bajo qué tipo de ambiente creció una persona así? ¿Qué te enseñaron esos bastardos? ¿Qué te hicieron?», piensa Remiel. Le es imposible continuar, saca su órgano sexual que, como el de Enoc, cuelga flácido en la parte frontal de su cuerpo.
Parpadea la luz de las velas sobre la pequeña mesa frente a la cruz, Remiel da un paso hacia adelante y derriba el candelero hasta tirarlo al suelo; las flamas se apagan de golpe. Jala de Enoc y lo pone de espaldas sobre la mesa.
El confesionario está a oscuras pero gracias a la sangre de demonio, Remiel puede ver sin dificultad. Ve las lesiones en la espalda de Enoc así como las manchas de sangre que se han secado. Se inclina sobre el cuerpo y besa con cuidado la piel alrededor de las heridas, lamiendo la sangre.
Recorre la espalda deslizándose hacia abajo, va dejando vestigios de humedad cada vez más y más abajo, todo el camino siguiendo la partición de los glúteos hasta el perineo. Su lengua persiste bajo Enoc hasta que el sacerdote deja escapar un gemido. Enoc intenta incorporarse pero es empujado de vuelta.
—No te preocupes, Padre —le dice Remiel—. Te estoy forzando.
Su lengua es como un pez, como una serpiente que le susurra al oído a Eva. Remiel tiene experiencia y habilidades en estas cosas, puede jugar lo suficientemente sucio, y en cuanto a Enoc, todo el placer sexual que ha experimentado se encuentra vinculado a Remiel. Casi de inmediato, el deseo emerge en rápida sucesión; el apetito es extremadamente turbulento, su naturaleza despierta tan rápido como la reacción de los perros de Pavlov.
El sacerdote emite algunos sonidos menos solemnes, como si se ahogara. Gira la cabeza con frecuencia, incapaz de ver algo en la oscuridad y en cambio expone su expresión al demonio. Tiene una erección, los dos la tienen, y el pene de Remiel se ha puesto más duro que antes. Se incorpora, presiona la punta del pene contra la ranura de Enoc.
Lo desliza sobre el trasero del sacerdote, recorriéndolo desde el coxis hasta el perineo, húmedo con saliva y semen. La espalda de Enoc se arquea de anhelo, involuntariamente se lame los labios; es probable que él mismo no sabe lo que anhela.
Remiel cambia de idea antes de penetrarlo, lo follará apropiadamente pero no aquí; la escena del sacerdote tendido boca abajo frente a la cruz se parece demasiado a un maldito sacrificio ofrecido sobre una mesa. Tira de Enoc, poniéndolo de pie, patea la mesa a un lado y se lleva al sacerdote al suelo. Remiel se sienta junto a la pared, se inclina contra ella y abre las piernas de Enoc, colocándolo encima de él.
Después de ser torturado y complacido previamente, el agujero que se había resistido a la entrada de objetos extraños, se ha relajado lentamente, y usando el peso del cuerpo de Enoc, engulle a Remiel sin problemas. Follan el uno frente al otro, lo hacen así para no impactar las heridas en la espalda de Enoc. Remiel le brinda apoyo sosteniendo de las nalgas, levantándolo y volviéndolo a bajar.
Este es solo un pequeño movimiento, incomparable a las acciones de antes, pero aún así provoca que Enoc no pueda evitar echarse hacia atrás, casi colapsando. Remiel lo sujeta pero no detiene sus movimientos. Escucha al sacerdote jadear y ve esos ojos azules abrirse por completo.
Enoc le sujeta del brazo. Es sumamente extraño, la sensación de hormigueo que de improvisto recorrió su cuerpo; no está bien. El dueño del brazo parece no entender que el otro quiere que se detenga, en cambio, comienza a cambiar de ángulo de ataque. Cuando Remiel lo penetra en la posición adecuada, esa aparentemente no existente sensación de pronto se intensifica, casi debilitando su cintura.
—Espera, no está bien —dice Enoc, sujetándole con fuerza, estabilizando su temblorosa lengua—. ¡Detente! ¡Esto no está bien…!
—Esto está bien —se ríe Remiel —. Así es como me siento…. Déjame mostrártelo.
Él ya ha encontrado la posición correcta, ajusta el ángulo cada vez que sube y baja, penetrando por completo la cavidad. “¡Ah!”, grita Enoch. Produce un sonido entrecortado y agitado, no es sugerente sino más bien lo contrario, se parece a una persona que le teme a los gatos y que de pronto se encuentra a un gato callejero frotándosele contra su pierna, sin saber qué hacer y asustado… Esta asociación hace que Remiel se eche a reír.
—¿Por qué estás tan sorprendido? —mordisquea la oreja de Enoc y habla con ambigüedad —. Si no se sintiera bien, entonces ¿por qué en esos momentos me vería así?
«Ah, es placer. Eso es». La extraña ola arrasa con Enoc, dejándolo en un vaivén. Solo ahora se da cuenta de que esto también es placentero, solo que más intenso y feroz. Rápidamente alcanza el límite hasta quedarse ahí, haciéndolo sentir irritable, es casi un tormento. Es una sensación placentera, y al darse cuenta de ello, le sigue el pánico. De alguna manera el castigo cambió su naturaleza, convirtiéndose un vez más en otro placer.
«¿Qué estoy haciendo? ¿En el confesionario, ante la cruz, una vez más entregado al comportamiento lascivo? El miedo vuelve, y la culpa hace que el estómago de Enoc de un brinco. Su corazón se congela rápidamente, pero su cuerpo no. Remiel lo sacude, lo acaricia, lo besa, su pecaminosa lengua le recorre las orejas y los pezones. Es como una olla de sopa que ha sido agitada, solo que el calor se eleva y no baja, cada nervio hierbe con regocijo; su corazón y cerebro, ¿cómo pueden estos pedazos de carne sumergirse en la olla de sopa caliente, dejando independiente el cuerpo? Esto es demasiado, es demasiado, su mente es incapaz de concentrarse….
—Respira, Enoc —dice Remiel erráticamente—. Acéptalo, acéptame.
Él también casi llega ahí, pero antes hay alguien de quien cuidar. Acaricia muy suavemente el pecho de Enoc como si lo consolara, parecido a como uno lo haría con un pequeño asustado; pero sus otros movimientos no disminuyen en absoluto, son rápidos, profundos, y sin piedad. Remiel puede ver el miedo de Enoc, puede ver que aquello que no entiende vuelve a acechar al sacerdote. «No, no pienses», cuando están haciendo el amor, Enoc solo puede tenerlo a él en su mente, ningún dios puede ocupar espacio en sus pensamientos.
Remiel sujeta firmemente a Enoc como si se tratara de una liebre que ha vuelto a revolotear. Sale de él para entrar nuevamente hasta la base, lo escucha jadear como si estuviera a punto de dejar de respirar.
—No tengas tanta prisa, hay suficiente para que comas —dice Remiel y le cubre la boca, le habla al oído—. Exprímeme, buen chico, eres increíble…
La húmeda respiración de Enoc choca contra la mano de Remiel, el demonio pronuncia una serie de desvergonzadas obscenidades que hacen que arda de la cabeza a los pies y su cuerpo pierda el control sin dejar de temblar. Remiel resopla, le muerde el cuello y eyacula en su interior. El demonio deja de embestir y se apodera del pene firme y palpitante del sacerdote; Enoc tiene un orgasmo tan pronto como aquellos dedos lo tocan.
El sacerdote produce sonidos ahogados en la palma del demonio, y Remiel sospecha debió tratarse de un grito, esto le hace comenzar a lamentar haber olvidado soltarle antes. Retira la mano y Enoc tose, su respiración es agitada, ya no parece estar en peligro de la sofocación. Remiel le mira sin pestañear, abierta y descaradamente. Solo él puede verlo, qué rara oportunidad.
Enoc jadea en la oscuridad, su boca está ligeramente abierta, su expresión vacía tras el orgasmo. Cuando este sacerdote está vestido inmaculadamente, es tan sagrado y hermoso como las esculturas de los ángeles, en cambio ahora, el cabello empapado en sudor está pegado a su frente, es tan encantador. Se ve avergonzado y erótico, pero en este momento Remiel solo piensa que se ve lindo.
Así que lo abraza.
Aunque no puede verle el rostro, si puede sentir como el cuerpo entre sus brazos se relaja. Cuando el sacerdote tuvo el orgasmo, estaba tan rígido como una piedra, pero al abrazarlo es tan suave como mantequilla derretida. Él descansa su barbilla sobre el hombro de Remiel y responde al abrazo con avidez, como una niñita que finalmente ha conseguido su oso de peluche.
Este es un oscuro lugar benevolente, donde todo se oculta de la vista, donde la pérdida del auto control y el ridículo del clero parecen estar permitidas. Remiel se queda desconcertado por esta cálida respuesta, ya que a decir verdad, Enoc difícilmente lo abraza. Una vez sospechó que el sacerdote tenía una adicción a la limpieza y que no le gustaba mucho el contacto físico, pero en este momento de pronto se da cuenta.
Enoc no odia el contacto físico, a él le gusta mucho pero necesita “permiso”. Tiene que ser tocado para poder tocar a otra persona, tiene que ser besado para atreverse a besar a otra persona, esta es una parte de las desconcertantes reglas que quien sabe de donde surgieron y que lo atan con rigidez. Este pequeño ratón de laboratorio que fue castigado continuamente con choques eléctricos, al crecer no se atreve a dar un paso más allá del límite prescrito, independiente de su propia naturaleza. Remiel lo abraza en silencio, pero por dentro se siente como un volcán en erupción.
La cruz está colgada en la pared, detrás del sacerdote; el demonio le muestra el dedo medio.
«Vete al infierno, maldito bastardo. Tomaré a tu sirviente más noble e inocente, ¿y adivina qué? Lo liberaré. Me lo has arrebatado todo, y yo te lo quitaré, ¿qué puedes hacer? ¿Qué más puedes hacerme?»
Pensamientos blasfemos se agitan en el corazón de Remiel. Abraza a Enoc como cuando hace muchos años abrazó a su hermana que lloraba, mirando aquella botella rota de licor y el creciente charco de sangre en el piso. Está lleno de un despiadado deseo de protección que le hace fuerte y valiente.
«Me lo llevaré, me lo llevaré lejos», piensa Remiel sin duda alguna.
*
Traducción al español: Siboney69
Traducción al inglés: PastTimer [Wattpad]
Comentario personal: ¿Qué les pareció? ¿les gustó esta otra “versión” de esa noche?
Supongamos que esto es canon(?), lo que seguiría es la conversación entre ambos, el pasado de Enoc. Por mi está bien así y nos ahorraríamos esos momentos de silencio-furia de Remiel y el temor del pobre Enoc. Además, mis parejas preferidas en BL son las “versátiles”.
Pero está bien, sé que hay quienes hay los que no les gusta eso y prefieren el shuo siempre shuo y el gong siempre gong, está bien.
(Ahora que he publicado este capítulo, puedo seguir sin problemas con el capítulo 31. Un pendiente menos, fiu~)
En la plática random de hoy tengo dos cosas:
1) Hace tiempo me hice de un libro bastante interesante, se llama “Queer Transfigurations : Boys Love Media in Asia” (2022) editado por James Welker. No tengo idea de cuándo lo encontré pero no fue sino hasta semana que por fin lo recordé y me puse a leer unos cuantos de sus artículos.
El libro habla sobre el BL en China, Japón, Hong Kong, Corea del Sur, Taiwán, Indonesia, Filipinas, Singapur, Tailandia, India y Malasia. Son 19 textos. Solo leí los dos primeros que hablan sobre China y me gustaron, incluso pensé en traducir e incluirles aquí unos fragmentos para que se enteren también, jajaja. No creo hacerlo ahora, pero ¿saben qué? Les incluiré la tabla de contenido, así si les interesa lo pueden consultar también.
1. Introducción
2. Entre el BL y el slash: Ficción danmei, mediación transcultural y cambio de normas de género en la China contemporánea
3. Rompiendo el silenci estructural : La función sociológica de las novelas danmei en la China contemporánea
4. El BL como “recurso de esperanza” entre los hombres gay chino en Japón
5. Hombres heterosexuales, amigos gays : La popularidad del BL chino y su impacto en la homosocialidad(?) masculina
6. “¡Envíalos a marte!” : Erótica BL y derecho civiles en Hong Kong
7. La comercialización y popularización del BL en Corea del sur
8. Replanteando el significado del BL en la era del feminismo : discurso en línea sobre “abandonar el BL” en Corea a finales del los 2010s
9. ¿Represión o revolución? : Sobre las reacciones del fandom de BL en Tawán sobre el Movimiento de legalización del matrimonio con personas del mismo sexo
10. Escondido a plena vista : Contenido BL en el “Comic Frontier” de Indonesia
11. Pasión disonante : negociación de identidad de los fans del BL en Indonesia y perspectiva sobre los problemas de (la comunidad) LGBT
12. Parejas BL en una luz distinta : Fans filipinos visualizando un modelo de intimidad alterno
13. Cuerpos BL dóciles : BL bajo la censura social y estatal en Singapur
14. Lo queer si se limitan los efectos del fandom de manga BL en Tailandia
15. El quehacer del quehacer gay : comprendiendo el BL entre la imaginación y la existencia en Tailandia
16. Desi desu(??) : Sexo, sexualidad y consumo de BL en la India urbana
17.Globalización de doujinshi BL en Filipinas, Malasia y Australia
18. Sobre la psicología, dimensión física y estrategias de comunicación de los fans varones del BL en el Este de Asia : un análisis cross-cultural de los deseos de los hombres para “convertirse” en fudanshi
19. Desde las leyendas hasta los juegos hasta la ficción homoerótica : Textos BL de Dynasty Warriors de China, Japón y Taiwán.
Palabras finales.
[Como extra, les incluyo una presentación del libro en donde aparecen algunos de los autores de los artículos]
2) Bien, para aquel libro necesitan leer en inglés, pero para la siguiente recomendación la pueden encontrar en español.
Estos días he estado leyendo el nuevo libro de Mariana Enríquez : “El otro lado: Retratos, fetichismos, confesiones”. Es un tabique de casi 800 páginas (al menos en digital, no sé en físico), pera vale la pena. Habla sobre muchas cosas, personas de los medios (música, cine, literatura) así como cosas personales, experiencias o puntos de vista sobre algún tema de relevancia. Son una recopilación y selección de sus artículos, así que sí, hay de todo.
Les confieso que cuando habla sobre músicos ando medio perdida porque pos’no es lo mío, pero resulta interesante enterarse del chisme. Mis partes favoritas son cuando habla sobre sí, más hacia sus experiencias.
Y menciono el libro aquí porque hubo un artículo que me gustó para compartirles, se llama “El amor entre hombres” y habla precisamente sobre las mujeres a las que les va el homoerotismo. No sé si estará disponible en línea, espero recordar y buscarlo para incluirlo aquí.
-Editado-: Pues lo busqué y no lo encontré (hay uno que lleva por título "El amor tiene cara de varón", pero es diferente), así que no queda más que invitarlos a que lean el libro xD.
Por cierto, aprovecharé para hacer este el espacio de Enriquez y recomendarles una película de la que habla mucho sus artículos (y que si leyeron "Bajar es lo peor", saben cual es).
[Título: My Own Private River / ]
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