lunes, 24 de octubre de 2022

[Demonio a la venta] Capítulo 26

Como resultado, nunca más vuelves a tu habitación.

Remiel siempre te seduce a la hora de ir a dormir. Cuando se abrazan y tropiezan caminando hacia la cama, es difícil pensar en cosas como “esta no es tu habitación”, y más tarde, no se siente bien marcharse. La mayor parte del tiempo sigues dándote una ducha (tiras de Remiel para que se levante y también lo haga). Dejas que él entre primero al baño, entonces cambias las sabanas y esperas a que salga para bañarte. Cuando sales del baño los ojos de Remiel siempre se abren.

Él está sentado o acostado en la cama, frente a la puerta del baño, y abre los ojos una vez que sales. Te mira, tu le dices “buenas noches”, él te dice “buenas noches” y te sigue mirando. Piensas en un tipo de paloma que alimentas pero que no quiere salir volando; piensas en una muchacha en una cabina telefónica al otro lado de la calle, llamando a su amado: «“Adiós, te amo, vuelve pronto. Adiós”», ella sonríe, pero no sale de la cabina telefónica, «“¡Adiós, cariño, adiós!”», dice. Sostiene así el teléfono durante varios minutos, riendo sin parar, no cuelga ni tampoco lo hace su amado.

Quieres ver a Remiel caer dormido, quieres asegurarte de que duerme bien antes de acostarte, que no forcejee por las pesadillas o que no patee la cobija tirándola al suelo. Pero él siempre se queda despierto, incluso cuando está visiblemente letárgico. Te quedas parado fuera del baño, preguntándote si será hora de volver a decir ‘buenas noches’, y entonces te das cuenta que quizás, igual que tú, él quiere verte dormir.

Por impulso te diriges hacia él. Remiel bosteza, se hace a un lado y se queda dormido en una mitad de la cama.

—Buenas noches —dices, apagando la luz.

—Buenas noches —responde, cerrando los ojos.

Es probable que varias veces al día hagan el amor, pero también es probable que no lo hagan por muchos días, todo depende de qué tan ocupado estás, del clima, o de cualquier otra cosa. Es difícil tener un estándar, es más bien una… ¿intuición? ¿un acuerdo tácito? Es difícil de decir. En los días en que no hacen el amor, Remiel abre por ti la puerta de la habitación de invitados y se queda ahí parado, sosteniendo el pomo de la puerta, esperando a que entres, parece como si fuera un hecho que debes dormir en su habitación. Cuando camina frente a ti y se gira para verte, tus pies avanzan hacia él como si tuvieran mente propia; te está esperando, no debes hacerlo esperar.

La mayor ventaja de dormir juntos es que cuando Remiel vuelve a ser molestado por las pesadillas, sin retraso eres el primero en notarlo. Él duerme justo a tu lado, puedes moverle para que despierte antes de siquiera encender las luces. Pero muchas veces no puedes liberarte para encender las luces, Remiel te sujeta de la mano con fuerza antes de ser despertado por ti; parece aferrarse a una cuerda salvavidas.

Una vez, cuando le llamas para que despierte, Remiel deja escapar un grito silencioso y se lanza sobre ti. Crees que ha despertado pero no es así. Te empuja sobre la cama y te estrangula el cuello hasta casi romperte la garganta. Sientes el sabor a sangre en tu laringe y puntos negros aparecen salpicados sobre tus retinas, le tomaste la mano, dudas. Unos segundos después te suelta, jadeando violentamente, cae sentado sobre sus piernas. Al momento siguiente, gatea hacia ti presa del pánico y con suavidad palmea tus mejillas, intentando darte aire.

—¿Enoc? —pregunta, sus manos tiemblan violentamente.

Finalmente recobras el aliento y toses. Tu garganta debe estar hinchada, y por un momento no te es posible hablar. Ninguno de los dos pronuncia una palabra, en la habitación oscura solo se puede escuchar la respiración entrecortada de los dos, esta situación parece persistir por un tiempo sobre sus emociones.

—¿Por qué no oraste? —pregunta Remiel—. ¿Por qué no? No necesitas ser tan cuidadoso… yo casi, casi….

Su voz tiembla al igual que sus manos, y tú prácticamente dudas de si has escuchado un sollozo.

Remiel tuvo una pesadilla, estaba asustado, y las personas asustadas deben ser consoladas, de igual forma a como los enfermos y heridos necesitan tratamiento y medicina, no más daño. Quieres responder esto pero sientes que la explicación es demasiado extensa.

—Si no me hubieras soltado, la habría usado —dices, masajeando tu cuello, y continúas—. No tengas miedo, está bien.

Pones la mano de Remiel sobre tu cuello y le dices que está bien, que no quedaron daños. Más tarde, cuando hacen el amor, se vuelve sumamente cariñoso con tu cuello, besa insistente el lugar que pinchó con sus garras, lo hace como cuando besa tu frente y las palmas de tus manos.

Sin importar lo separados que están a la hora de dormir, siempre despiertan con una parte del cuerpo junto a la del otro, un costado, la cabeza o las manos y pies. Antes de siquiera abrir los ojos puedes sentir su calor, y no tienes que levantarte de la cama para saber que Remiel hoy sigue viviendo en tu casa, lo cual es agradable.

En los primeros días de la semana siguiente baja muchísimo la temperatura. Remiel te pide que también traslades la ropa de cama de la habitación principal. Vas por ella, ya no la devuelves. Cargas una cobija, una almohada, y más tarde compras dos mesas de noche, una lámpara de mesa y algunos libros, porque es lo que Remiel quiere. El clima se vuelve cada vez más frío, compraste ropa de otoño, cambiaste de cama, y limpiaste exitosamente el jardín. Una vez más, expandiste el rango de plegarias que les da libertad a los demonios, y en el patio, donde el número de runas supera a las que tienen los muros de las fortalezas, ahora Remiel puede tomar el sol. Las oraciones lo ocultan y las personas ya no pueden verle.

El día en el que terminas el trabajo en el jardín, Remiel está muy feliz. Camina por todo el patio y se apoya contra la barandilla para ver a las personas pasar. De pronto sientes que debes comprar una tumbona, como las que ves en el patio de tus vecinos. Después de todo, dormir en el césped no debe ser tan cómodo como dormir en una tumbona, y en los días de lluvia el suelo está muy resbaladizo. Hablando de días de lluvia, sientes que también debes comprar un enorme parasol, uno que pueda ser clavado en el suelo sin necesidad de sujetarlo con la mano.

Hoy es tu día libre, sales de inmediato y vas al supermercado a comprar el parasol y la tumbona. Cuando vuelves, Remiel sigue en el patio, te ve y desde la distancia te saluda con la mano.

Se siente como cuando vuelves a casa ya tarde en la noche y descubres que Remiel te ha dejado las luces encendidas. Sientes que tu corazón late con fuerza, como las burbujas gorgoteando en una bebida carbonatada; sientes una calidez que va desde la coronilla hasta tus pies, como si bebieras una taza de agua caliente en medio del invierno. Aceleras tu paso, casi trotando, y rápidamente vuelves a casa.

Remiel está atónito por la razón de tu salida, pero enseguida carcajea y te cuenta sobre la parrillada que tuvo en el patio de la casa de su hermana.

—Por supuesto, la casa de María no era tan grande como la tuya, Padre —ríe.

Ya te habías dado cuenta de que algunas veces te llama Padre en tono de broma, es probable que ese sea algún tipo de chiste de palabras consagrado por el uso popular; como lo que pasa con “asquerosamente rico”, “clase privilegiada”, “empollón”, “viejo fósil”, etcétera.

—Parasol, tumbona, ¡también trae una mesa pequeña y una parrilla! —Remiel fija el parasol con movimientos hábiles, habla y ordena al mismo tiempo—. Si no hay una parrilla también se puede usar un sartén de hierro fundido o se puede recoger un montón de ramas secas para asar boniato…

Además de la parrilla, recuerdas que en la casa hay una mesa plegable, «¿dónde estará? ¿en la habitación principal?». Vas rápidamente hacia la habitación y comienzas a buscar la mesa plegable perteneciente al sacerdote anterior. Cuando la encuentras y te pones de pie, de pronto tienes una sensación extraña.

Esta es la habitación principal, la habitación que usaste durante cinco años.

¿Tu cama era así de pequeña? ¿era así de estrecha y rígida? ¿tu habitación estaba así de vacía? Claramente sigue siendo tu habitación, la delgada cobija que antes fue reemplazada, una vez más se encuentra doblada sobre la cama; estrictamente hablando solo falta una almohada. La habitación se encuentra tan silenciosa que sientes que la temperatura ha bajado. Usas el termómetro de interiores para medir la temperatura, solo para darte cuenta de que es en ambas habitaciones es exactamente la misma.

Te sientes ligeramente intranquilo, comienzas a caminar por la casa, ves con cuidado los lugares que ya no son como antes. Hay una taza y un cepillo de dientes extra en el baño, así como unas cuantas toallas más. Muchos artículos de uso diario han sido duplicados. Tu guardarropa que solo tenía túnicas monocromáticas ahora también contiene ropa de muchos colores, muchos más de los que tenías permitido. Una taza de acero inoxidable (y una funda con un reno tejido), un frutero, unas brochetas de bambú, todo tipo de condimentos en el estante correspondiente, mantequilla, miel, una olla nueva, una espátula nueva, un batidor de huevos, un exprimidor, un horno, un colador. Mesas de noche, lámpara de mesa, una cama grande y suave, algunos libros de narrativa ficticia que no pretenden ser rigurosos. Notas adhesivas con magneto en la puerta del refrigerador. Libretas para dibujar y lápices de colores.

Sin darte cuenta, es así de excesivo.

«Es demasiado».

Remiel no está aquí adentro, solo te encuentras tú. Las cortinas están cerradas, pero no lo suficiente y un rayo de luz pasa por en medio como el candelero en un confesionario.

Si todo lo que agregado fueran solo cosas de Remiel, si tan solo fuera cuidar del inquilino. Pero no, tú duermes en esa cama suave, tú cambiaste las toallas para que sean del mismo tipo que las de Remiel, tu ingieres esa comida, tú te compraste un par de guantes, y justo hace un momento, ibas a sacar la mesa plegable con la ilusión de participar en un picnic en el patio.

En este momento de soledad, inesperadamente sientes horror. Los días anteriores fueron como un sueño, y ahora te das cuenta de lo que ha sucedido. La intensa inquietud que vagamente cayó sobre ti, presionando tu espalda, registras su existencia incluso si no puedes verla… no querías verla claramente. Ha caído ya la espada de Damocles, es demasiado tarde.

«¿Qué estoy haciendo? ¿qué es lo que he hecho? », te preguntas. Palabras confusas pero incesantes recorren tu mente como un enjambre de abejas fuera del panal. Depravación, pecado, corrupción, impurezas, decadencia, placer, pereza, avaricia, gula, lujuria. «He pecado, he pecado, he pecado, Señor, Señor, perdóname…»

Sacudes la cabeza con fuerza, como si por un momento pudieras deshacerte del ruido. «La mesa…. cierto, primero tengo que sacar la mesa», piensas. Cuando sales, inconscientemente, tu velocidad es más rápida, tu postura más solemne y la distancia entre cada paso es la misma el uno después del otro. Cuando ves la espalda de Remiel, respiras aliviado. La gran voz en tu cabeza se detiene por un momento, esa trencilla de ratán, ese magnífico, pesado y sagrado ratán con espinas aprieta tu cuello con fuerza, parece volver a ceder, como en estos últimos meses…

Suena un coche frenando de golpe.

Te paras en el marco de la puerta, alcanzas a ver la calle principal y a primera vista te das cuenta de lo que acaba de ocurrir. Hay un perro, un perro de constitución grande, el lomo es negro y las orejas erectas de un robusto pastor alemán; por alguna razón desconocida, de pronto se soltó de la correa de su amo y salió corriendo de frente. Rápidamente se dirigió hacia la calle, intentando cruzarla, y cuando un coche a gran velocidad iba pasando, fue demasiado tarde para que este lograse frenar.

Salió volando y dejó escapar un gemido, aunque ese sonido fue mucho más apagado que el penetrante chirrido de los frenos, aún así te hizo estremecer. El cuerpo del animal domestico cubierto completamente en sangre, cayó no muy lejos de tu patio; su apariencia es similar a la de un tomate rojo aplastado. Ales corriendo, te agachas, está muerto.

El pobre perro, que hace medio minuto era un acalorado, jadeante y enérgico pastor alemán; ahora no es nada más que un cadáver inmóvil. Las manchas de sangre en un rojo escarlata parecen un lienzo religioso; letras rojas, mayúsculas y gruesas del Libro de los Proverbios. Los ojos marrón rojizo siguen abiertos, parecen perplejo sobre cómo terminó así. Su dueña se acerca corriendo y suelta un grito agudo.

—¡Por Dios! ¡Mi pequeño Billy! —solloza— ¿Por qué corriste?

«Sí, ¿por qué abandonaste el camino que debías seguir? ¿Por qué te liberaste de la correa alrededor de tu cuello?» Esa es la herramienta que su dueño usa para protegerlo, de la misma forma en que Dios usa las reglas para protege a todos. Consuelas a la mujer y en su lugar te encargas de levantar el cadáver. Encuentras un momento para mirar atrás. Remiel mira al perro con el ceño fruncido, al ver tu rostro parece sorprendido y preocupado. «“¿Qué pasa? ¿estás bien?”», te pregunta sin hacer sonido, y tú niegas con la cabeza. Remiel está parado en tu jardín con la espalda recta, cubierto con una chaqueta, fuerte y en forma,. Tu lengua de pronto palpita por el dolor, es como si hubiera sido cortada por una hoja de afeitar.

Ayudas adecuadamente a la vecina que sufrió la pérdida de su querido perro, incluso te encargas de organizar un breve funeral para la mascota. Esto te cuesta varias horas de tu tiempo, no sabes lo que has dicho en esas horas; te sorprende que aún puedes hablar. Por supuesto que puedes hablar, tu legua se encuentra perfectamente. Al anochecer vuelves a casa sin haber almorzado ni cenado, pero no tienes hambre, tu estómago se siente como un globo pegajoso.

Remiel te ha dejado comida, una pequeña olla con caldo de pollo que ha mantenido a fuego lento y en la superficie de la sopa flotan pequeños trozos de apio y zanahoria. Huele muy bien y eres consciente de que sabe muy bien. Vagamente dejas que Remiel crea que comiste afuera y él asiente.

—¿Estás bien? —dice.

También asientes, no hay nada por decir, tampoco quieres pronunciar más cosas que debes decir. Remiel no te pregunta, una vez que estás con él no necesitas ser perfecto, no eres su sacerdote. Tomas este tiempo para verte en el espejo y tu expresión es impecable; bueno, lo suficientemente impecable. Tu mano que sostiene el cepillo de dientes sigue temblando y la pasta de dientes cae en el lavamanos. Sujetas el borde del mueble y piensas en la sopa de pollo y otras deliciosas comidas que has tenido. Sientes arcadas pero no vomitas.

Necesitas ir al confesional, ahora mismo, enseguida. Pero tienes que esperar a que Remiel se quede dormido, y dado que han estado durmiendo juntos, tienes que esperarlo antes de ir al confesional. Esperas, impaciente y agitado, por largo tiempo, y la persona junto a ti en la cama finalmente comienza a respirar de forma serena. Caminas descalzo hasta el confesional, enciendes el candelero y te arrodillas como siempre lo has hecho antes.

El crucifijo rojo brillante te alivia un poco, sumerges el látigo de ratán en la pileta y te quitas la chaqueta, la doblas, dejándola sobre la silla a tu lado. El ratán no se romperá fácilmente si se empapa antes, por consideración a la higiene se agrega sal al agua y enrollar el látigo de ratán con maleza de espinos de hierro se hace con el fin de pagar respeto a Dios Padre y al Espíritu Santo. Tu maestro siempre lo dijo así, «“Sujeta el ratán y blandeo hacia atrás”».

Es penetrante sonido al romper el aire, pa, el melodioso sonido del azote; un dolor ardiente se expande por tu espalda. En el simple lenguaje del látigo de ratán, el primer latigazo es capaz de formar una contusión en un purpura profundo, pero dado que el látigo está envuelto en maleza de espinos de hierro, con un solo azote la carne es rasgada. Sientes la sangre correr por tu espalda, las lesiones se sienten calientes y frías a la vez. Nunca te gustó la sensación, pero ese es el propósito: si no es doloroso, ¿cómo puede ser llamado arrepentimiento y castigo?

Sin la menor duda, lo balanceas por segunda vez, con mayor urgencia y crueldad que nunca, maleza de espinos de hierro perforan tu cuerpo, volviéndolo a rasgar. No sabes el camino para recuperar la misericordia de Dios, por lo tanto quieres que tu confesión sea lo suficientemente adecuada dentro de tus posibilidades. «He pecado, he pecado, he cometido un enorme crimen», recitas en voz alta, la sangre mancha el piso.

Te detienes.

Te detienes, no porque así lo quieres sino porque no puedes continuar. Alguien ha sujetado tu mano, ha tomado el látigo y lo ha lanzado con fuerza en el piso. Levantas la cabeza y Remiel está parado ahí, su rostro ceniciento.

*

Traducción al español: Siboney69
Traducción al inglés: PastTimer [Wattpad]

Notas de traducción:
-Damocles: “Damocles es un personaje que aparece en una anécdota moral (referida como: "la espada de Damocles"), una adición tardía a la cultura griega clásica.
Su relato parece más propio de la leyenda que de la historia. […]
Damocles fue, al parecer, un cortesano excesivamente adulador en la corte de Dionisio I, un tirano de Siracusa, Sicilia del siglo IV a. C. Propagó que Dionisio era realmente afortunado al disponer de tal poder y riqueza. Dionisio, deseoso de escarmentar al adulador, se ofreció a intercambiarse con él por un día, de forma que pudiera disfrutar de primera mano su suerte. Esa misma tarde se celebró un opíparo banquete donde Damocles gozó siendo servido como un rey. Sólo al final de la comida miró hacia arriba y reparó en la afilada espada que colgaba atada por un único pelo de crin de caballo directamente sobre su cabeza. Inmediatamente se le quitaron las ganas de los apetitosos manjares que le sirvieron y las hermosas mujeres que había pedido, y pidió al tirano abandonar su puesto, diciendo que ya no quería seguir siendo tan afortunado.
” [Fuente: Wikipedia]

-Proverbios: “Proverbios (hebreo מִשְׁלֵי, Mishlei) es un libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj hebreo, que se clasifica entre los Libros Sapienciales del cristianismo, y entre los Ketuvim o "Escritos" del judaísmo. Está compuesto por extensas colecciones de máximas o sentencias de contenido espiritual, social, ético y moral, se ubica en la Biblia entre el libro de los Salmos y Eclesiastés, y en la Biblia judía entre los libros de Job y Rut.” [Fuente:Wikipedia]

- Ratán: "Ratán, rotén o rota (del malayo rotan) es el apelativo para unas seiscientas especies de palmeras trepadoras de la subfamilia Calamoideae, principalmente del género Calamus (del griego calamos en referencia a que el tallo parece una vara), que comparten el hecho de que son plantas de tallo muy delgado (de unos milímetros a unos 10 cm de diámetro) y espinoso, de hábito semitrepador o apoyante, de esta forma trepa decenas de metros hasta el dosel de las selvas tropicales del Viejo Mundo. […]
Los ratanes se diferencian de otras palmas en que tienen tallos finos de 2-5 cm de diámetro con largos internudos entre hojas; sus hábitos de crecimiento son diferentes. No son árboles, sino tipo planta leñosa apoyante, que se sujeta sobre otra vegetación para ganar altura. Son superficialmente similares al bambú, pero distintos en que los tallos ("malacca") son sólidos, en lugar de huecos, y en su necesidad de algún tipo de soporte, mientras que el bambú puede crecer y ascender en altura autónomamente.
[…]
Castigo con varas: Las varas de ratán son una elección común para infligir dolor, en castigos disciplinarios, legales, tales en culturas con flagelación, una forma de castigo físico aún popular en países como Malasia, Vietnam, Singapur, Brunéi. También es usado para tortura o por placer, como en contextos sexuales de BDSM. […] Los golpes con látigos de ratán son particularmente dolorosos, debido a que frecuentemente cortan dentro del periostio de los huesos de la columna vertebral, dejando usualmente a las víctimas con severos dolores en sus espaldas, con limitada movilidad por el resto de sus vidas
." [Fuente: Wikipedia]

Comentario personal: Mis partes favoritas son dos… 1) Cuando Enoc piensa por qué no usó las plegarias para quitarse a Remiel de encima. Él ya sufrió demasiado, no merece más dolor. 2) Que además del cuello, Remiel suele besarle la frente y las palmas de las manos, ¿recuerdan por qué? Las estigmas que solo él puede ver, el sacrificio-prueba (¿o el precio?) de haberlo revivido… *awwww*. ¡Estos dos me matan de ternura!

Me parece muy significativo lo que le pasó al pobre Billy. Justo cuando Enoc está en crisis, aparece la muerte del perro que pudo haberle hecho imaginar a Remiel ahí tirado (con similitudes como colmillos, garras y esos ojos…). Y ahora que fue por su penitencia y fue descubierto infraganti, ¿qué pasará con la pareja?....

Por cierto, eso de la flagelación… es curioso que me parece una imagen “conocida”. Digo, darme cuenta de que no me extrañaba fue raro, trato de recordar y no encuentro cuando o cómo se plantó por primera vez en mi mente la idea que algún religioso se castiga así. ¿En qué película la habré visto? No recuerdo haber leído algún libro con personajes religiosos ¬w¬. (¡Esperen! ¿Sucede en el “Nombre de la rosa”? Cuando era adolescente vi la película en una clase, ¿será de ahí? Humm)… Oh, pero ¿saben qué? Sí sé que la vi en un MV, aquí lo dejo por que sí –jajaja-.

Les comento que ya tengo el capítulo 27, 29 y me quedé a mitad del 30 (me salté el 28 porque quería seguir la trama sin desvíos). Pero esto de la corrección es lo que me ha detenido en actualizar. Por ejemplo, justo ayer que me puse a trabajar en este capítulo, y cuando vi la hora ya era super tarde, cuatro mendigas horas seguidas de trabajo, my gosh!!! y solo revisé ¾ partes del texto, siento que este capítulo fue mucho trabajo checando casi cada línea del raw T_____T. Pero de nuevo, creo que valió la pena.

Espero que estén disfrutando la historia (¡Los amenazo! ¡Más vale que así sea! ¬w¬!!... jajaja).
No me quedan energías para hablarles de otra cosa, hasta la próxima.

-Editado-: ¿Saben qué? Olvidé compartirles mis inquietudes con eso de la maleza de metal.
Cuando busqué las palabras “藤鞭” (látigo de ratán) + “铁” (hierro) + “荆棘” (maleza de espinos), no obtuve nada. Con “maleza de espinos de hierro” encontré un rollo de metal que seguro muchos ubicarán.

Pero ¿qué pasa con el látigo? Pues no sé, la frase utiliza el verbo “缠” que entre sus significados está envolver y enredar, así que me quedo con la duda, ¿le agregó líneas de alambre a las varas de ratán? ¿las varas de ratán tienen metido el metal? Debe ser difícil enredar el metal sobre las varas del látigo... No sé, no sé. Como sea, les dejo aquí un látigo de puro metal y con pinchos (muy SM la cosa…).

Ah, otra cosa… buscando info/pics, me encontré con que en Filipinas, en la semana santa, están los que se flagelan con látigos de bambú con espinas *dato curioso que nadie pidió*. No lo googleen, salen espaldas ensangrentadas… ¬_¬ .

Y como estamos con esto de los extras (ahora sí, por último). Les cuento que desde hace poco me dio por volver a escuchar los álbumes religiosos de Hyde. Y así con esta escena final de penitencia, me pareció que bien podría tener el siguiente canción de fondo…

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