viernes, 30 de septiembre de 2022

[Demonio a la venta] Capítulo 19 : Intermedio - Perspectiva de Remiel


Lo más extraño es que algunas veces él le recuerda a su hermana.

No hay duda de que no tienen nada en común. María era tan flexible como un junco, inteligente y con una ternura que te envuelve; pero en cuanto al sacerdote, Remiel no puede distinguir qué tipo de persona es, sin embargo, al menos puede decir qué tipo de persona no es. Cuando sale, su túnica siempre está impecable y él muestra en su rostro una sonrisa amable y sincera. Pero en casa, cuando no hay alguien más, sigue usando la túnica (Remiel no le ha visto usar algo más) pero en su cara ya no hay una sonrisa, lo mismo que con sus ojos.

Si Remiel todavía fuera una persona común, quizás su intuición de veterano podría permitirle sentir algo malo en él, no obstante, no piensa mucho en ello, al igual que todos los residentes del pueblo que adoran al sacerdote. Pero cuando se conocieron, Remiel ya era un demonio, con el estatus similar al de un mueble, el sacerdote obviamente no tenía la intención de pretender frente a un objeto. Las manos del gentil sacerdote eran tan firmes como las de un carnicero, zurciéndolo como si se tratara de un trapo con los hilos sueltos. Parado frente a Remiel, mirándole y considerando algo, el anterior soldado sintió como si viera a un lepidopterólogo sosteniendo un alfiler, pensando en qué parte de la mariposa debía clavar primero.

Él no se parece en nada a María, ya sea por dentro o por fuera. La hermana de Remiel tenía el cabello castaño, suave y rizado, mejor que la lana más fina; sus ojos eran como el caramelo y la miel ante el sol. Remiel sentía que ella era un ángel viviente que había venido a la tierra, pero el sacerdote…

Incluso si se pretendiese difamar, sería poco sensato apuntar a la apariencia del sacerdote. Él no es horrible, por el contrario, incluso si Remiel volviese a su antiguo ser, un extraño en busca de ayuda seguramente preferiría acercarse al sacerdote en lugar del soldado. El sacerdote parece como si hubiera salido de un calendario o un cartel propagandístico del clero. Su túnica es pulcra y sencilla, su cabello está peinado hacia atrás, y lo acompaña una sonrisa comprensiva como diciendo “Dios ama a las personas”. El cabello rubio es demasiado frívolo, el castaño o pelirrojo evoca sobre manera lo profano; su cabello lacio y negro como las alas de un cuervo es perfecto, le hace ver más firme e inteligente. Esos ojos azul cielo son claros y limpios, y debido al temperamento del sacerdote, el más mínimo rastro de excelencia en él sería considerado sobrehumano, sagrado y noble, extraordinariamente compasivo.

Pero Remiel piensa que él es similar a su hermana.

Cuando tendría unos doce años, Remiel y su hermana salieron para esconderse de su alcohólico padre, entonces se encontraron con una pareja cuyo coche había fallado a mitad de la calle. Remiel les ayudó a repararlo. El esposo fue generoso con el dinero, y la esposa le dio a María un trozo de pastel de calabaza. «“No puedo comer más, voy a engordar”», ella se rió y le diste unas palmaditas en la cabeza.

Era un trozo bastante grande, recién cortado y aún caliente por dentro. María tragó dos veces para evitar que el pastel se desbordara de su boca abierta. Le dio una mordida con mucho cuidado, entonces sus ojos se iluminaron y se mostró realmente feliz. «¡Es muy dulce! ¡Hermano, mira, es muy dulce!», dijo sosteniendo el pastel hacia él.

Remiel no había olvidado que su mamá era muy buena en hacer pastel de calabaza. El pastel era dulce y caliente, muy delicioso, pero desafortunadamente su mamá murió antes de que María fuese capaz de recordar. Cuando el padre de Remiel se volvió a adicto a la botella, la comida horneada se convirtió en un lujo en aquel hogar. María sonreía ampliamente por el pastel de calabaza, comiendo lentamente y con cuidado a pesar de que Remiel le había dado todo el trozo.

El sacerdote también come lentamente y con cuidado, siseando y jadeando por lo caliente pero renuente a detenerse, sus ojos azules parpadean y revolotean como un cachorro con los ojos y la nariz húmeda. Cuando no está trabajando, su cabello no está tan bien ordenado, los mechones esparcidos por sobre sus cejas le hacen parecer más joven.

Quizás realmente es muy joven, es solo que por lo general es demasiado prudente y falto de la vivacidad de un muchacho. Si hubiera alguien idóneo que sepa hacer milagros al nacer, probablemente se vería así. Remiel sospecha que de los ocho a los ochenta años tendrá la típica apariencia de un clérigo, pero esto no importa, por el contrario, le permite que las acciones del “padre” no le parezcan aún más infantiles. Cuando está agradecido por comer algo bastante común o simplemente al pararse en la cocina con el cuello estirado e inclinando la cabeza para ver dentro de una olla, suaves ondas aparecen en el corazón de Remiel.

El antiguo soldado quiere arrojarlo a un lugar cálido y seguro, llenarle el plato con algo caliente y alimentarle bien. Remiel piensa en su hermana, y en consecuencia aumenta su deseo de proteger, o tal vez es que Remiel tiene un deseo de proteger y por eso piensa en su hermana. Pero a decir verdad, personas como el sacerdote no necesitan de la protección de Remiel, él no puede proteger a nadie, ni siquiera a sí mismo.

El hecho de que Remiel está sentado al otro lado de la mesa e incluso el que aún siga respirando, todo depende de la… ¿piedad? ¿interés?... del sacerdote. Remiel no tiene idea. El sacerdote cambió su actitud de repente, comenzó a sonreírle como lo hace con las demás personas, pasó a Remiel del baño a la sala. Por supuesto, puede volver a cambiar por alguna razón que Remiel no podrá entender. Remiel no puede encontrar una razón para su magnanimidad así que naturalmente no puede evitar un futuro en el que le sea retirado su favor.

La casa y los ahorros de Remiel fueron destruidos por los demonios, su insignia militar se quedó en el campo de batalla. Su nombre está en la lista de soldados muertos así que probablemente él está enterrado en el Cementerio de soldados. Dado que su familia y amigos ya están muertos, la muerte se ha convertido en solo un paso de distancia. Remiel vive en la casa del sacerdote, toma la comida que él provee, usa la ropa que él compra, fuma sus cigarros y usa su electricidad, algunas veces, Remiel calcula cuanto le debe al sacerdote y cómo podría pagárselo todo.

Nadie contrariaría a un demonio, robar no está permitido, un sacerdote tiene un horario de actividades que puede hacer bien por su cuenta, Remiel no podría hacerlo mejor. Si Remiel fuese considerado un chef, es posible que su salario pueda compensar el costo de las comidas, y a lo mucho, el de dormir en el sofá. Cambia la suma día tras día y lo que antes debía nunca podrá ser liquidado; y Remiel debe más que esta deuda tangible. Por ejemplo, cada vez que el sacerdote se levanta a mitad de la noche para sacarlo de sus pesadillas, encender las luces y permitir que los sueños repletos de gritos retrocedan con la luz. Remiel sabe que esto es lo que más le debe.

Remiel se pregunta cuándo llegará el día del pago, y algunas veces, en su mente, regatea consigo mismo, pensando en lo que puede dar. Una mano, sí, ojalá que no sea la dominante, o con suerte sea la dominante la que valga más. Una pierna, sí, de cualquier manera actualmente no tiene un amplio rango de movimiento. ¿Dos brazos y una pierna? En ese caso, perderá una parte de su movilidad, lo cual le dejará siendo aún más dependiente del sacerdote. Espera que no sea eso. Pero una mano y una pierna son aceptables. Con respecto a los ojos, solo desea quedarse con uno, de lo contario es posible que se quede atrapado para siempre en las pesadillas. El sacerdote puede dejarlo mudo o sordo, ser ambas cosas a la vez no está mal pero aún así seguiría siendo apenas aceptable.

El sacerdote puede practicar plegarias en él o sacarle un órgano o dos, considera. El sacerdote puede matarlo de hambre, golpearlo, follarlo, permitir que alguien más lo folle, pero con suerte que no sean demasiadas personas, al menos no más de tres. No más de tres a la vez. Se puede quedar en el baño sin tocar nada. Puede tener la boca cerrada y no hacer ruido. Cuando tenga pesadillas, el sacerdote no tiene por qué ir y despertarlo. La verdad es que desde mucho tiempo atrás Remiel ha querido decirle que no tiene por qué preocuparse por él en momentos como ese. No es necesario desperdiciar la limitada piedad o interés del sacerdote en tal cosa, él puede sobrevivir.

Sin embargo, cada vez que el sacerdote abre el capullo de las pesadillas, la respiración profunda que le sigue le hace sentir como si hubiese escapado de la muerte y le es muy difícil pronunciar la mentira de “todo está bien”. Si no aprieta la quijada, el sonido de sus dientes castañeando se podría escuchar desde cualquier parte de la sala.

Este regateo imaginario le hace doler el estomago, sin embargo la peor parte es que en sí él no tiene deuda alguna. Solo los hombres libres tienen deudas. Una comida a cambio de otra comida y soportar las pesadillas en la noche a cambio de poder quedarse varios días aquí, ¿cómo puede haber algo tan bueno? La verdad es que el sacerdote lo compró con dinero y de alguna manera le salvó la vida, Remiel es un demonio que no tiene a dónde ir, todos pueden maldecirle, y el sacerdote puede hacer lo que quiera con él. Puede hacer todas las cosas que Remiel puede y no puede aceptar, ya sea dispararle o correrlo. El contrato que Remiel ha alterado en su mente puede no existir en absoluto, es simplemente una forma de auto consuelo.

Cuando una persona compra un artículo para su mascota, no le importa si la mascota ahora le debe dinero. De igual forma, cuando el dueño quiere terminar todo, no tiene por qué preocuparse por lo que piensa la mascota. La mascota ni siquiera ha hecho algo mal, es posible que el dueño simplemente se haya cansado de ella.

¿Puede ser esta la razón por la que siente que el sacerdote es similar a su hermana, porque espera que el sacerdote necesite protección para poder ser de utilidad? Este pensamiento le hace asquearse consigo mismo, Remiel sospecha que hay algo mal con su cerebro. Si le dijera al soldado de hace un año que algún día preferiría morir que ser echad de una habitación, que está agradecido simplemente porque alguien está dispuesto a hablar con él, que anhela y ruega como loco por compañía, deseando la calidez de un toque común sin malicia, el Sargento Remiel se habría burlado, juzgándolo como totalmente desquiciado.

Así que Remiel elige no pensar.

Siempre hace esto cuando se encuentra con cosas difíciles, dejar de pensar, hace lo que necesita, lucha hasta el final con la cabeza bien en alto y los ojos cerrados. Fern decía que era valiente y tenaz, María se quejaba sobre su ciego optimismo y escapismo, pero cuando hacía su mejor esfuerzo por pensar y al final no encontraba una solución, la mejor opción era correr felizmente hacia el acantilado, al menos en el camino le es posible mantener el buen humor.

Remiel vive aquí, ve la televisión, se ejercita, conversa con su compañero de cohabitación, y piensa en lo que comerán hoy. El sacerdote trae los ingredientes de acuerdo a su lista de compras. Ambos tienen muchas historias por contar, van y vienen, se llevan bien. El clima se está volviendo cada vez más caluroso, y el cabello de Remiel se está volviendo cada vez más largo. Cuando cocina siempre se lo echa para atrás, piensa que debería ser cortado. Como resultado, al día siguiente el sacerdote le compra una liga para el cabello, así que siente está bien dejarlo así.

El día anterior al cumpleaños de su hermana, Remiel agrega a la lista de compras unas botellas de vino; se emborrachó tanto esa noche que tenía la esperanza de que esto le hiciera dormir hasta el día siguiente, o que se despertara con un terrible dolor de cabeza. Al día siguiente, despierta a las diez de la mañana, acostado en el sofá, con una cobija sobre su cuerpo así como un vaso de leche en la mesa, la leche sabe un poco dulce, probablemente sea porque ha sido mezclada con miel. El termo está lleno con agua a una temperatura adecuada, y en la cocina hay también rodajas de sandía bajo una cubierta de vidrio (hay una nota adhesiva a un lado que dice “Por favor, come”). Remiel no tiene un fuerte dolor de cabeza, probablemente sea gracias al despertar de la línea de sangre de demonio pero aún así se come la sandía.

Al medio día, el sacerdote regresa con un pastel. Remiel sabe que él no come dulces y tampoco compra nada que Remiel no le pida, por otra parte, hoy no es un día en que los creyentes envíen pasteles. En confusión ve al sacerdote empujar el pastel frente a él y sacar una gran cantidad de velas.

—Hoy es el cumpleaños de la señorita María —dice el sacerdote y agrega—. Lo mencionaste antes.

Remiel siente un nudo en la garganta, abre la boca pero no sale nada. El sacerdote abre el empaque y los rayos de sol que entran por la ventana caen sobre el pastel y sobre el cabello del sacerdote como un maldito halo. Remiel le mira fijamente como un tonto, desde el cabello reluciente al estigma en la frente y hasta ese atractivo rostro (el estigma apareció ahí desde la muerte de Remiel y es posible que solo él puede verlo, este revela el milagro y que no fue necesario algún costo). La mayor parte del tiempo, Remiel no le mira a la cara, no quiere saber qué tipo de sacerdote es, y es que él ya tiene suficientes problemas por su cuenta.

Pero algunas cosas no pueden ser ignoradas sin importar lo mucho que quieras evitar pensar en ello. La verdad es que, sin importar lo que tenga en mente, el sacerdote ha sido muy amable y considerado después de ese punto de inflexión, obviamente no tiene la actitud de un dueño hacia su mascota. Le escucha, por él corre descalzo en la sala a mitad de la noche para despejar sus pesadillas, le falta sentido común en cosas extrañas, pero está contento con la comida más común… Si el sacerdote fuese alguien más, las cosas podrían no ser tan malas, pero desafortunadamente no hay “y si” en este mundo.

Queda aturdido por largo tiempo y el rostro del sacerdote muestra un poco de inquietud.

—Lo siento —dice—. Si te molesta….

—No, no, gracias —dice Remiel apresurado—. Gracias, gracias.

«El momento equivocado, el lugar equivocado, la persona equivocada», piensa Remiel. Siente como si estuviera cayendo más profundo antes de tener una muerte horrible; esto se siente tan relajado y placentero.

*

Traducción al español: Siboney69
Traducción al inglés: PastTimer [Wattpad]

 Notas de traducción:
- Junco: “Planta de tallo largo y flexible que crece en el agua.”

- Lepidopterología: “La lepidopterología (del griego antiguo λεπίδος (escama) y πτερόν (ala); y -λογία -logia) es una rama de la entomología relacionada con el estudio científico de las polillas y las tres superfamilias de mariposas o sea todos los insectos del orden Lepidoptera. Alguien que estudia en este campo es un lepidopterólogo. ” [Fuente: Wikipedia]

Comentario personal: Lo admito, el final me llegó ;___;
Como lo mencioné antes(?), este es de mis capítulos favoritos porque podemos conocer la perspectiva de Remiel ♥, ¿y saben qué? Apenas me di cuenta de que él no aún n sabe el nombre de su “dueño”, jajaja. Supongo que es obvio, pero por alguna razón apenas caí en cuenta…

En el siguiente capítulo volveremos con Enoc y *spoiler* con su versión de lo mencionado aquí que aún no hemos leído ejem, cabello+María+algomás,ejem,íntimo(?) *findespoiler*.

Pasando a otra cosa…
Estoy tratando de reponer los capítulos atrasados pero tampoco es que avance mucho. Bueno, seguiré sin fecha exacta de actualización, así que espero que sigan pasando por aquí de vez en cuando. También espero que estén disfrutando de esta historia que estamos llegando por fin a la mitad de la historia.

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